“Personas inteligentes, y a la vez felices, es la cosa mas rara que he visto.” - Ernest Hemingway, escritor y Premio Nobel de Literatura (1899-1961)
Hemingway, que se arrebató la vida en 1961, sabía bien de ambas cosas: de inteligencia… y de infelicidad. A pesar de sobrevivir a dos guerras mundiales y a la Gran Depresión, a pesar de haber tenido 4 esposas y un incontable número de fallidas relaciones amorosas, ni todo eso ni su gran cerebro le ayudó a descubrir como ser feliz.
De igual forma que la anterior cita de Hemingway estaba basada en su propia experiencia, yo basaré las siguientes conjeturas en lo aprendido en mi vida personal y en mi experiencia profesional como sociólogo. Desgraciadamente aún no existen estudios suficientes sobre este tema para tomar como referencia.
La sociedad occidental no está preparada para albergar (ni dar alas) a niños y adultos inteligentes, de la misma manera que lo hace sobre atletas o figuras del deporte (especialmente en los más destacados). Si bien es cierto que algunas figuras excepcionalmente brillantes como Albert Einstein si han sido reconocidas, también lo es que tenemos a muchísima gente extremadamente inteligente trabajando en ocupaciones que están consideradas entre las peores, y muchas más en las que su vida personal es un completo desastre, tal y como se podría corroborar echando un vistazo a la lista de miembros de Mensa (el club de los más inteligentes del Planeta).
Los sistemas de educación en países cuyo interés principal es la acumulación de riqueza promueven la imagen de héroes de película, de guerra y del deporte, pero no del desarrollo intelectual. Las personas super inteligentes tienen los conocimientos, pero muy pocos alcanzan lo mas alto de la escala social y profesional.
Veamos las causas.
A nuestros hijos se les educa a través de cuatro pilares: el intelectual, el físico, el emocional (psicológico) y el social. En las aulas (y en la calle con los amigos), los chicos más listos tienden a ser excluidos por otros niños de muchas actividades: sencillamente no se cuenta con ellos. Son “los raros”, “los geeks”, los inadaptados sociales. Dicho de otra forma: no se pueden desarrollar socialmente tan bien como lo hacen intelectual o incluso físicamente, porque no tienen la oportunidad de hacerlo.
Su desarrollo emocional también se queda atrás con respecto al de una “persona normal”, al no enfrentarse en su vida con una serie de situaciones y vivencias con las que si se suelen topar el resto de personas (el trato con los amigos, las primeras relaciones de pareja, discusiones, problemas, alegrías, etc…)
Por si esto fuera poco además los adultos (sus propios padres y educadores) tienden a creer que los chicos inteligentes pueden hacer frente a cualquier cosa o problema porque son superiores intelectualmente. Esto incluye, inevitablemente, situaciones donde los chicos inteligentes no tienen ni conocimientos ni habilidades en las que apoyarse. No les queda otra que pasar solos los tiempos difíciles. Los adultos no entienden que necesitan ayuda, y el resto de niños no quieren juntarse con ellos, porque los “líderes sociales” (los “populares”) ya los han marcado con la etiqueta de “a evitar”.
Como resultado tenemos a un buen número de personas de gran inteligencia, pero cuyo desarrollo social ha progresado mucho más despacio que el del resto de personas, y que por ende tienen serios problemas al intentar hacer frente a algunas situaciones estresantes de la vida, sobre los que el resto si saben lidiar de mejor manera. No debería ser, por lo tanto, una sorpresa que la inmensa mayoría de los reclusos de las cárceles sean personas social y emocionalmente subdesarrolladas o “analfabetas”, y que además un gran porcentaje de ellos estén intelectualmente por encima de lo normal.
La sociedad occidental es el germen ideal para engendrar a inadaptados sociales y personas con problemas emocionales. Y en lo que se refiere a la felicidad, serán estos los que más difícilmente tendrán el alcanzarla.
Esto podría cambiar en el siglo XXI, a medida que los “geeks” están ganando reconocimiento como personas de gran potencial, y están siendo modelos a seguir para la sociedad (especialmente a raiz de que muchos de los que hoy día hacen gran fortuna se dediquen precisamente al mundo de la alta tecnología) [nota de Javi Moya: que se lo digan a los dos feorros que vendieron Youtube. Van a ‘ligar’ ahora -por decirlo fino- todo lo que no hicieron en años]. Los Geeks, por lo tanto, puede que acaben siendo más aceptados socialmente ahora que en el pasado, pero no servirá de nada a menos que reciban más ayuda con su desarrollo social y emocional, sin lo cual la mayoría estarán destinados a ser infelices hasta que no logren la misma madurez que el resto de adultos.
Con todo esto, las personas de gran inteligencia, sean niños o adultos, todavía siguen siendo excluidos socialmente en muchas situaciones… siguen siendo prejuzgados, incluso en habilidades tales como la de ser buenos compañeros, parejas, amantes y padres.
Y finalmente otro de los problemas para alcanzar la felicidad que tienen las personas inteligentes es que suelen percibir y reflexionar con mayor intensidad sobre las tragedias y tristezas del mundo en el que viven. Son mas consciente de las desgracias que les rodean, de las injusticias, de la tragedia del Ser Humano, y de sus propias miserias y carencias.
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