jueves, 17 de enero de 2008

Abre Los Ojos

Tú, que me escuchas, abre los ojos, observa, comprende. El cielo del que sin cesar te
hablan; el cielo con cuya ayuda se intenta insensibilizar tu miseria, anestesiar tus sufrimientos
y ahogar el gemido que a pesar de todo se exhala de tu pecho, es un cielo irracional, con un
cielo desierto. Sólo tu infierno está poblado, es positivo.
Basta de lamentaciones; las lamentaciones son vanas, basta de postergaciones; las
postergaciones son estériles. Basta de plegarias; las plegarias son impotentes.
¡Levanta, hombre! Derecho, altivo, rebelde, declara una guerra implacable al Dios que
tanto tiempo ha impuesto a ti y a tus hermanos una embrutecedora veneración.
Desembarázate de ese tirano imaginario y sacude el yugo de ésos que se pretenden sus
representantes aquí en la tierra. Mas acuérdate de que si sólo haces esto, la tarea no será
realizada más que a medias. No olvides que de nada te servirá romper las cadenas que los dioses imaginarios, celestes y eternos han forjado contra ti, si no rompes las que contra ti han formado los dioses pasajeros y positivos de la tierra. Estos dioses giran a tu alrededor, y procuran envilecerte y degradarte. Estos dioses son hombres como tú. Ricos y gobernantes, estos dioses de la tierra la han poblado de victimas numerosas y de injustificables tormentos.
Puedan un día rebelarse los condenados de la tierra contra estos verdugos, para fundar
la ciudad de la que estos monstruos queden para siempre desterrados.
Y cuando te hayas emancipado de los dioses, de cielo y de la tierra; cuando te hayas
desembarazado de los tiranos de abajo y de los tiranos de arriba; cuando hayas realizado ese
doble gesto de liberación, entonces, solamente, ¡oh, hermano!, saldrás del infierno en que te
hayas y realizarás tu cielo. Dejarás las tinieblas de tu ignorancia para entrar de lleno en las
puras claridades de tu inteligencia, despierto ya de la influencia letárgica de las religiones.

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